Conversa

Conversaciones con escritores en
Liceos y escuelas

Jorge Polanco Salinas

Libros publicados: En poesía: Las palabras callan, Altazor 2005; Umbrales de luz, Z poesía 2006; Cortometrajes, Fuga 2008; Ferrocarril Belgrano, Inubicalistas 2010; Sala de Espera, Alquimia 2011. En ensayo: La zona muda, Una aproximación filosófica a la poesía de Enrique Lihn, Ril Ediciones y Universidad de Valparaíso, 2004; La voz de aliento. Reflexionas sobre escritura y testimonio, Ediciones Inubicalistas, 2016.

¿Cuándo comenzaste a escribir?, ¿cuánto tardas en escribir un libro?, ¿se siente satisfecho con lo que escribe? Son algunas de las preguntas que el escritor Jorge Polanco se anima a contestarle a los curiosos chicos y chicas.

¿Cuándo comenzaste a escribir?

Partí con las cartas, cuando era niño porque mi papá era marino y así empecé a escribir. Y a los 15 fue muy importante un amigo, Leandro, quien comenzó a pasarme textos, recomendarme escrituras y de repente hubo un momento determinado, como una epifanía, en que llegó la escritura, y ahí comenzó todo.

¿Cuánto tardas en escribir un libro?

En general, me demoro bastante. El libro que voy a sacar ahora tardé cerca de 10 años. Lo compartí mucho con amigos poetas y algunos lectores, lo leí y lo releí. Lo más doloroso es sacar textos de un libro, editarlo. Uno escribe mucho, pero intenta llegar a una unidad. En el que me he demorado menos, es Sala de espera, curiosamente, ahí fueron entre 3 o 4 años. La experiencia del libro es una transformación.

¿Y cambian mucho desde el primer momento hasta la publicación?

Es bueno pasarle los textos a los amigos. A veces uno entabla ese diálogo y hay comentarios difíciles pero que uno tiene que afrontar. Por ejemplo el libro que voy a sacar el próximo año, Cortes de escena tenía pensado de una manera, y un amigo me hizo una revisión, me destruyó la primera versión del libro,  pero él tenía razón. Me demoré más y pude continuar de otra manera; este año que viene se publica. Con el tiempo, siempre paso los textos a tres o cuatro amigos muy honestos con los que comparto mis lecturas. Es necesario tener lectores honestos antes de publicar algo. La amistad es importante en la ruta de un libro. Un escritor no trabaja completamente solo.

Cuando recién empezó a escribir, si le quedaba mal o no resultaba como esperaba, ¿pensaba seguir intentando hasta lograrlo o hubiera pensado “esto no es para mí me dedico a otra cosa”?

Son importantes los azares que suceden. A mí me invitaron a un encuentro de poesía en Concepción cuando era chico y recién empezaba a decantar la experiencia de la escritura, ahí conocí a una gran poeta, Elvira Hernández. A ella le empecé a mostrar mis textos y comenzó a hacerme comentarios para ir pensando lo que estaba escribiendo. Uno escribe y en un momento se va conformando una vida en torno a esa escritura, porque la escritura le va dando sentido.
Cuando tú sientes eso ya no importa que uno se equivoque.

Al principio uno siente muchos temores, se siente muy frágil sobre todo con los comentarios, pero si uno siente que está teniendo sentido… y lo otro es acercarse con algunos escritores con los cuales dialogar. No con todos uno puede tener eso, pero siempre hay personas claves. Esta idea de que el poeta está solo y escribe apartado es un mito. Uno se relaciona mucho con las amistades y con los libros que uno lee.

¿Y usted borra mucho sobre lo que escribe?

Uff, claro, por ejemplo acá, en Cortes de Escena hay 90 textos, pero yo tenía escritos como 140 y muchas versiones de cada uno, los corregí infinitas veces. Uno se cuestiona mucho. Por ejemplo el título, es muy difícil para un escritor llegar al título. Yo me obsesiono, he pasado días enteros corrigiendo un solo texto, empiezo en la mañana y de repente me doy cuenta que han pasado horas.

¿Algún libro que te haya marcado?

Hermann Hesse me marcó mucho, El lobo estepario, Siddharta, Demian. Y después bueno, Enrique Lihn.

¿Se siente satisfecho?

Satisfecho nunca me siento, pero me da sentido, es algo que me motiva a seguir. Escribir es una forma de pensar, investigar. “El único ente que se pregunta por el sentido es el hombre” dice Martin Heidegger, y eso nos da la escritura también.

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